el cóndor y la pastora
Un joven pretendía a una joven pastora, pero ella no le hacía caso. Entonces se presentó vestido con elegancia: poncho rojo, sombrero blanco y bufando blanca. Se acercó a la joven y se pusieron a jugar. Entre tanto se estaban enamorando. Él la cargaba en sus espaldas y le decía que agarre fuerte para que no se caiga cuando él corra. Y así mismo lo hacía, y cada vez lo abrazaba más fuerte. El juego seguía, y momento menos esperado al joven le crecieron alas y se transformó en un enorme cóndor que fue llevando a la mujer a una peña grande.
A la tarde el perrito blanco de la wambra-pastora llegó con las ovejas, aullando-aullando. Los padres se preocuparon de la hija sin saber qué le había sucedido. Guiados por el perrito fueron a buscarla y la encontraron en la peña, muy asustada, sufriendo y lamentándose, pero no pudieron sacarla. Al día siguiente fueron más familias llevando sogas para que se agarre y pueda salir de ese lugar y para llevarla a la casa. Pero nada no pudieron.
Entre las pastoras había chicas que se ponían a jugar descuidando sus animales que acababan por hacer daños en las chakras de los vecinos. Los papás aconsejaban que no es bueno jugar porque se descuida la obligación, además les dicen que no conviene jugar con muchachos porque pueden enamorarse y quedar encintas.