Simiatug-AÑOS 70
¡Mil gracias a P. Antonio Polo de Salinas que nos puso a disposición este tesoro!
cómo llegamos a Simiatug en 1970, de P. Antonio Polo
…llegamos a Quito recibidos cordialmente por Mons. Cándido Rada. El querido Monseñor había predispuesto que nos quedemos algunos días en la Capital, para acostumbrarnos a la altura y poder afrontar mejor el clima del destino final, cercano a los 4000 metros. Único inconveniente… había demasiado movimiento en el Hotel escogido, en realidad era una casa de citas, y así apuramos rumbo a Guaranda. El paso por El Arenal, a los pies del majestuoso Chimborazo nos llenaba de admiración. Cuantas veces habré cruzado esta Cordillera y siempre, inevitablemente se me despierta el mismo sentimiento: admiración y adoración.
El plan de Monseñor está bien articulado y nos demuestra desde un comienzo claridad de visión y efectividad en la ejecución. Desde hace un año, el señor Obispo con la ayuda valiosa de las Hermanas Lauritas, había venido preparando a las poblaciones indígenas de Simiatug y Salinas y motivado a los líderes de varias comunidades. Con ellos nos encontramos en el ´Centro Polivalente de Promoción de la Mujer´ en San Simón, para un encuentro de varios días. El primer impacto nos resulta algo duro y difícil de olvidar: las reuniones nos parecen interminables a raíz de los larguísimos silencios de nuestros interlocutores indígenas. Para nosotros, una reunión es para hablar, pero ellos prefieren pensar. Viéndolo ahora ¿de qué hablábamos si no conocíamos nada, ni el lugar, ni la gente, ni sus sentimientos y problemas? Más prudentes ellos: cuando alguien al fin decidía decir algo, después de una larga pausa, intervenía otro compañero recalcando casi con las mismas palabras lo anteriormente enunciado. La cultura se manifiesta a través de detalles que inicialmente son bien difíciles de captar y se interpretan según el esquema que una lleva dentro: lo que nos pareció en ese entonces ´falta de creatividad´, lo entendimos recién después: como rasgo fundamental del grupo humano con el cual empezábamos nuestra aventura, en él que no importa la opinión individual, sino el consenso colectivo. Obviamente este encuentro no era para tomar decisiones, sino para establecer un primer contacto, destinado ante todo en evitar reacciones de rechazo en una población desconfiada y hostil frente a toda novedad, ya que durante tiempo las novedades les habían traído infaltablemente amenazas y sufrimientos. Aprendemos, no sin notables esfuerzos, los primeros nombres de personas y comunidades: Manuel Ramos de Playapampa, Reinaldo Ayme del Tingo, Agustín Talagua de Cocha Colorada, Armando Chimborazo de Chiquisungo, Nelson Calvopiña de Papaloma… La comida es un serio obstáculo, ante todo las ´coladas´. Ahora, por supuesto, ya no es problema.
La decisión, Mons. Rada la había tomado oportunamente: ´ustedes van a Simiatug y construyen un Dispensario Médico´. Con este fin se había asegurado que en nuestro grupo de voluntarios no faltara un buen Maestro Albañil, había previsto el terreno, las herramientas y un Nissan Patrol, que costaba 4000 Sucres.
La llegada a este pueblo andino empezó con un pequeño accidente: la primera voluntaria que entró al ´Convento´, a la casa del P. José Luís García, con poner un pie en la cocina lanza un grito desgarrador: ´i topi, i topi´. Habrá que convencerle a bajar de la silla donde había buscado ponerse a salvo, explicándole que los animalitos que correteaban por el piso no eran ratones, sino ´cuyes´, la principal fuente de proteínas para los Incas y sus descendientes. El día después, el P. José García ya estaba construyendo una jaula.
Nos pusimos al trabajo con mucho entusiasmo. La ´mezcladora´ de cemento nos despertaba a las 6.30H con su infernal ruido; había que apurarse porque ´papá Venancio´ no admitía atrasos, así que la carrera al único baño marcaba el comienzo del nuevo día, pasando por encima de la cama del vecino ya que en el improvisado dormitorio no había campo para pasillos.
Se construye, se conversa con la gente, que se acerca tímida y curiosa, se discute. La Santa Misa de noche calma los ánimos, nos pone en la ruta, nos dispone a la aceptación de tantas diversidades que traemos y a la búsqueda del entendimiento con la diversidad grande del mundo que encontramos. Pero un punto de contraste sigue aflorando repetidamente: ¿tiene sentido trabajar tanto?; ¿no sería mejor ocupar el estudiando los problemas de la gente, su cultura? La mayoría ratifica que el trabajo es lo mejor que podemos realizar ya que no conocemos a la gente, casi no entendemos la lengua, podemos ganarnos la confianza de la población haciendo algo por ellos, más que con tantos discursos. Pero los días de Feria el miércoles, las chicas: Sandra, Alba, Inés, Emi Gabriela, ven la necesidad de curar a los enfermos que llegan de muchas partes: heridas infectadas, niños cubiertos de sarna, problemas respiratorios, infecciones intestinales, etc.
El día corre veloz, la gente se va agradecida. Entre los jóvenes voluntarios hay uno, Vittorio Pieroni, que deja el trabajo de la construcción. No es aprobado por sus compañeros, que lo tildan de vago, pero sigue con su plan: para él, la Feria es un mundo desconocido y desconcertante, como una ventana abierta sobre una realidad que quiere entender. Así que se planta en la Tenencia Política y se le van las horas presenciando litigios de tierras entre vecinos, problemas entre marido y mujer, denuncias de robos y amenazas, arreglos pacíficos e insultos… Nadie le puede convencer de que está perdiendo su tiempo. Una mañana reconoce a un joven líder indígena que baja a la Feria con un canasto de huevos. Una mayorcito le corta el paso, hay una discusión que acaba rápidamente con un gesto inesperado de la vieja mestiza: le vira el canasto al pobre indio. Los huevos se estrellan por el camino empedrado… , a ver ahora, la reacción del joven: podía haber levantado la mano a la agresora, estrellándole a su vez al empedrado… Pero no, busca recuperar algo y se encamina abatido en dirección de la Plaza. Vittorio, el voluntario, no aguanta sin remediar el caso; dice ´¿qué pasó, joven, quien era la vieja?, vamos a la Tenencia´. ´No, no, peor va a ser´, es la respuesta, ´ya no tengo nada de vender, era lo único que traía, pero la comerciante pagaba muy barato, quería vender yo mismo en la Plaza…´ ´Claro, es tu derecho; ¿cómo se atrevió ella, por qué no le diste una paliza?, vamos a la Tenencia, yo soy amigo del jefe…´ ´Nada que hacer, señor gringuito, así es como hacen aquí, a los naturales no nos dejan vender a gusto, el precio lo pone la gente blanca; ellos sí que venden a como les da la gana. Además la señora es suegra del Teniente, se imagina, si protesto me ponen preso y tiene que venir mi mujer para sacarme, pagando por supuesto; ¿con qué plata? Vittorio se queda en entredichos, no olvidará nunca este miércoles; ahora empieza a entender qué significa ser del Pueblo o del campo, mestizo o indio, el lado de la ´Ley´ o ´pisado el poncho´. ´Algo hay que hacer, los Indios son muchísimos más que los mestizos, basta organizarlos…´ No se quedó en palabra y por muy irreal que fuera el sueño, sí se cumplió: convenció al Grupo OMG y comenzó a tratar con los amigos conocidos en los ´largos silencios´ del Encuentro de San Simón: ´veamos cada miércoles, hablamos de algo, nos cuentan sus cosas y después veremos…´
Las reuniones del miércoles se llevaron a cabo; con pocos participantes al comienzo, pero cada vez crecía el número y la confianza. Nació así lo que un día será la Runacunapac; la Organización, el edificio, la Radio y las Escuelas, la comercialización directa y un nuevo sentir. Esto ha sido el trabajo de los años siguientes. Un trabajo imponente nacido de esta pequeña semilla entre dudas y esperanzas.
Mientras tanto se concluía el Dispensario; pasarán años sin poder conseguir un médico que lo atienda, y las gringuitas-enfermeras seguían recibiendo los miércoles a la gente.
Había un grupo especial que no faltaba casi nunca y pedían ser atendidos ´breve´ porque ´somos de parte leja´. Eran Salineros, se hicieron amigos e invitaron a su Pueblo. ´Es distinto´, decían, ´ahí no tratamos mal a nadie, trabajamos la sal, somos unidos…´
Se acabaron rápidamente los cuatro meses de voluntariado. La construcción del Dispensario estaba prácticamente concluida y se realiza una solemne inauguración con ´Reina del Pueblo´, la voluntaria italiana Gabriela Tavella y varias Reinas indígenas de los distintos recintos. Se les nota algo incómodas con corona y cetro, ya que el papel de la mujer en el campo y en especial, la mujer indígena, no es considerado mucho. Es la primera Fiesta a la que participamos. Hay cosas que nos alegran: la música, el baile espontáneo, la comida que alcanza para todos…, y otras que no nos caen bien: en al Salón del Convento, nuestros invitados de honor eran nuestros amigos del campo, los Indígenas, que con sus reuniones estaban constituyendo el núcleo de lo que llegaría a ser la ´Fundación Runacunapac Yachana Huasi´ y los primeros ´Animadores Cristianos´. Como habían llegado puntualitos, ya habían cogido asiento en las sillas. Pero cuando se corrió el telón, el espectáculo asomó distinto: todos los Indios estaban de pie a los lados y los mestizos que habían llegado después, cómodamente sentados. Nadie no intervino, parecía de lo más normal.
Dos voluntarios, Vittorio y Sandra, se quedan en Simiátug a pesar de que los responsables de la OMG en Italia no comparten la decisión. Se quedarán hasta que otro grupo vuelva, manteniendo así una continuidad que resultará positiva. Silvana y Enrique Cappelleti, Gabriella y Alfredo Martinelli y P. Miguelito y P. Pio Baschirotto serán los animadores del camino de los Indígenas de este pueblo, hasta la llegada de la Misión Salesiana con P. Sandro Chiecca, la comunidad de las Hijas de María Auxiliadora (HMA) y la fiel colaboradora voluntaria suiza Cornelia Kammermann.
Para los que se quedaron, para los que volverán (P. Antonio, P. Alberto, Venancio Roggero), el amor al Ecuador y a su gente será siempre íntimamente unido al profundo recuerdo de esta experiencia de vida comunitaria, vivida en la autenticidad de las relaciones, en la alegre austeridad y la pasión por los ideales compartidos aún en medio de diferencias notables en caracteres y perspectivas. ´Mañana cada uno se va a su casa con un avión distinto´, comentaba un campesino que había asistido a una de nuestras famosas discusiones acerca de ´cómo salvar al Ecuador y al mundo´. El día después no podía creer a sus ojos viéndonos alegres y amigables unos con otros, como si nada….